¡Qué locura habría sido invertir en Bitcoin en 2011!

Mira, si hubiera metido dinero en Bitcoin en 2011, ahora estaría contando millones en vez de preocupándome por el alquiler. ¡Y no exagero! Imagínate: en enero de 2011 el Bitcoin costaba apenas 0,29 dólares y para junio ya había alcanzado los 26,15 dólares. ¡Un aumento de casi 90 veces en seis meses! Aunque terminó el año en 4,58 dólares, cualquiera que hubiera aguantado hasta hoy sería ridículamente rico.

Me da rabia pensar que por entonces muchos consideraban esta criptomoneda como un juguete para frikis informáticos. ¡Cuánta miopía! Mientras los "expertos" tradicionales se reían, gente como Koch y Shrem invertían calderilla y ahora nadan en millones.

Lo que más me fastidia es que yo mismo pude haber sido uno de ellos. Un amigo programador me habló del Bitcoin cuando valía céntimos y yo le dije: "¿Para qué quiero dinero digital? ¡Eso no vale nada!" Gran error. ENORME error. Ahora ese mismo amigo se compró una villa en la costa y yo sigo compartiendo piso.

Y no me vengan con que nadie podía saberlo. Los Winklevoss, esos gemelos que demandaron a Zuckerberg, metieron millones en Bitcoin en 2013 y multiplicaron su fortuna. Claro, ellos ya eran ricos, pero demuestra que quien estudió el tema vio el potencial.

La verdad es que el sistema financiero tradicional nos ha estado tomando el pelo durante décadas. Bitcoin representaba una alternativa real al control bancario centralizado, pero muchos no quisimos verlo por miedo o ignorancia.

Y aunque ahora el precio ronda los 110.000 dólares, sigo pensando que llegará mucho más alto. El problema es que ya no es accesible para el ciudadano común. Los ricos se hicieron más ricos, como siempre. La revolución financiera que prometía democratizar el dinero acabó creando nuevas élites.

¿Y qué nos queda a los que no invertimos en 2011? Ver cómo otros disfrutan de la libertad financiera mientras nosotros seguimos atrapados en la carrera de la rata. Al menos sirve como lección: la próxima vez que aparezca una tecnología disruptiva, pensaré dos veces antes de descartarla.