El privilegio del gobierno indonesio causó un gran desastre, fui testigo ocular de esa sorprendente resistencia popular que conmocionó al mundo.

Viví en Indonesia durante muchos años y nunca había visto una protesta popular tan intensa. Los disturbios que arrasaron el país a finales de agosto en realidad habían estado gestándose durante mucho tiempo, solo que las altas esferas del gobierno estaban cegadas por el poder.

¿Cuándo consideraron estos políticos los sentimientos de la gente común al decidir darse un subsidio de vivienda mensual de 50 millones de rupias indonesias (aproximadamente 3,000 dólares)? ¡Este dinero equivale a diez veces el salario mínimo en Yakarta! En un entorno de precios en aumento y una tasa de desempleo alta, esto es simplemente echar sal en la herida de la gente.

El 25 de agosto, estudiantes y trabajadores enojados salieron a las calles. Yo estaba allí en ese momento, observando cómo el gobierno usaba cañones de agua y gas lacrimógeno para reprimir a los manifestantes, como si presentar demandas razonables fuera un acto de gran traición.

La situación dio un giro drástico. Las declaraciones del presidente del Congreso, Puan, y otros funcionarios son contradictorias; algunos dicen que las subvenciones se detendrán en noviembre, mientras que otros dicen que en octubre. Los medios incluso revelaron que algunos legisladores reciben subsidios equivalentes al alquiler de una vivienda normal durante todo un año. Esta actitud caótica solo ha aumentado la ira del público.

Pero lo que realmente encendió la ira fue la tragedia del 29 de agosto: Affan Kurniawan, un repartidor de solo 21 años, fue aplastado por un vehículo blindado de la policía en el lugar de la protesta. Al ver cómo esta joven vida fue aplastada sin piedad por la máquina burocrática, no pude evitar llorar. ¡Esto no es solo una protesta, es una rebelión total contra todo el sistema corrupto!

Las protestas se han extendido como un incendio forestal a lugares como Bali y Makassar. He visto el edificio del parlamento en llamas, las residencias de los políticos saqueadas, y la mansión de la ministra de Finanzas, Mulyani, asaltada. Al menos 5-6 personas han muerto y cientos han resultado heridas.

¡Qué irónico! ¿La gente que lucha por la equidad y la justicia se convierte en enemigos del estado?

Este disturbio expuso la gran brecha entre los poderosos políticos y empresarios de Indonesia y la población común. Tengo un amigo que es repartidor local, trabaja 12 horas al día y su ingreso mensual es menos de una décima parte de la subvención que recibe un concejal. Él dijo: "No es que no queramos vivir en paz y trabajar, ¡pero este sistema simplemente no nos deja vivir!"

En la Indonesia actual todavía hay corrientes ocultas, los jóvenes ya se han despertado y no están dispuestos a ser corderos a merced de otros. ¿Qué pasará en el futuro? No lo sé. Pero sé que esta lucha no es más que el comienzo de la conciencia popular.