Durante milenios, el dinero se movió en las sombras: el efectivo cambiaba de manos, se saldaban deudas y ningún libro mayor registraba el flujo. Luego llegó la banca digital. Cada deslizamiento, cada transferencia, ahora deja un rastro permanente. ¿Monedas Digitales de Banco Central? Lo llevan más allá: vigilancia programable incorporada en la propia moneda.

Así que aquí está la pregunta incómoda: ¿son Monero y Zcash los radicales para encriptar transacciones, o hemos normalizado algo mucho más extraño? Tal vez el verdadero extraño no sean las monedas de privacidad que intentan restaurar el anonimato, sino un sistema financiero donde cada centavo que gastas es rastreado, almacenado y analizado. Hemos cambiado el guion tan rápido que querer privacidad ahora parece rebelde. Es sorprendente lo rápido que ocurrió ese cambio.