Este es un caso típico del comportamiento de los inversores minoristas.

A mediados de octubre, el oro alcanzó su pico. En Australia, la gente prácticamente acampaba fuera de los distribuidores solo para conseguir algo. Colas de horas. La energía máxima de FOMO.

Avanzando unas semanas, el oro cayó un 11%. ¿Adivina qué? Esas colas desaparecieron como por arte de magia. Ya nadie lo quiere. Mentalidad clásica de "comprar en máximos, panic en mínimos".

Giro de la trama: el oro ya ha subido un 5% desde el fondo. Todavía en silencio. Sin colas.

Por eso la mayoría de los minoristas terminan arruinados. Persiguen los máximos cuando todos están emocionados, y luego desaparecen en las caídas donde realmente hay valor. Las decisiones impulsadas por las emociones rara vez terminan bien en cualquier mercado, ya sea oro, cripto o acciones.

¿El dinero inteligente? Probablemente estaban comprando cuando todos los demás huían asustados.